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viernes, diciembre 23

¡PAPÁ!… ¿Qué haces con mi novio?




Autor del relato : Anonimo


-¡PAPÁ!… ¿Qué haces con mi novio? –gritó mi hija adolescente en un estado de histerismo total.

Y la pregunta no era fácil de contestar, porque estaba follándome a su novio, al cual tenía a cuatro patas en el borde de la cama, de hecho cuando se abrió la puerta de la habitación, estaba a punto de correrme, y al oír el grito, saqué la polla instintivamente para mirar que pasaba, pero el cerebro ya había mandado la orden de descargar la leche, y allí estaba yo, eyaculando en dirección a donde estaba mi hija, que miraba atónita como salían las ráfagas de esperma de mi pene con los ojos desorbitados.

-¿Qué pasa hija? –gritó su madre desde el salón.

-Joder, Joder, que lío, corrí dando saltitos hacia la puerta de la habitación, con los calzoncillos y pantalones en los tobillos, casi me abro la cabeza del porrazo que me di con el canto de la puerta, aún goteaban los restos de la agónica corrida, cerré la puerta y apoyé mi espalda en ella. Lo último que necesitaba era meter a mi esposa en este lío.

Piensa, piensa, piensa.

-No pasa nada cariño, -grité a mi esposa- estamos preparando una sorpresa.

-¿Qué sorpresa? –dijo ella acercándose a la puerta cerrada.

-Si te lo decimos ya no sería una sorpresa, enseguida vamos, ponte mientras tanto una película o un documental. -que se vaya, que se vaya, pensé angustiado.

-¡Qué estaréis maquinando!, que miedo me dais –dijo mientras se alejaba.

Buffff, solté un suspiro, si supiera lo que estaba pasando, mi corazón brincaba aceleradamente y mi espalda presionaba fuertemente la puerta, los ojos de mi hija parecían seguir un partido de tenis, iban de su novio desnudo con el culo en pompa encima de la cama, a mi pene que ya colgaba inerte y asustado. El novio de mi hija no había movido ni una pestaña, estaba petrificado, congelado, supongo que deseando que la tierra se lo tragara para desaparecer y ahorrarse la humillación que estábamos pasando. Sólo se me ocurrió ponerme de rodillas y poniendo las manos en posición de rezar, suplicar como un penitente.

-Por favor, por favor, te lo puedo explicar todo, no le digas nada a tu madre, no se lo digas.

-Lo que estoy viendo no hay ninguna manera de explicarlo, -dijo indignada mi hija- sois unos asquerosos degenerados y no voy a pasar ni un segundo más bajo el mismo techo que tú. Si mamá no te echa de casa ahora mismo, seré yo la que me vaya. –el tono de voz había ido subiendo considerablemente.

-No grites por favor, no grites, déjame explicarlo.-dije poniendo ojitos de cordero al que van a degollar, y no figuradamente, pues mi mujer era capaz de cortarme el cuello.

-¡Es mi novio papá! y ésta es mi habitación. ¡Estabais follando!, he visto como… como te corrías delante de mí. Una hija no debería de ver esas cosas, no está bien.

-Por favor… -ya había perdido la cuenta de las veces que lo había dicho.- no te precipites, tu madre se va mañana a Madrid, a ayudar a su hermana en la ultima semana de embarazo, espera a que vuelva para decir algo, y podremos hablar de esto tranquilamente, te lo suplico.

Pasaron unos segundos que parecieron eternos, en los que mi hija meditaba la respuesta.

-Lo voy a hacer, voy a esperar a que vuelva, pero no por ti, sino por mamá, y tú Javier, no quiero volver a verte más en mi vida, olvídate que existo. -dijo dirigiéndose a su novio que seguía sin reaccionar.

Tenía carácter la niña, había conseguido acojonar a dos hombres hechos y derechos, cuando se fue, miré a Javier y supe que no iba a dejar que se fuera de mi vida, con sus veinte años y un cuerpo equilibrado, su ojitos azules en una cara de niño, esos músculos duros, ese culito, uff, la volvía a tener empinada, si no estuviera tan asustado, me lo follaba allí mismo otra vez.

Le hice salir discretamente cuando mi mujer fue al baño y después me di una ducha para quitarme los restos de su olor, cuando acabé, la cena estaba puesta en la mesa, y mi hija estaba como ausente.

-¿Hija qué te pasa?, no has dicho nada desde que hemos llegado. –dijo su madre preocupada.

-Es que no me encuentro muy bien, creo que me va a venir la regla, voy a tumbarme un rato a ver si se me pasa.

La mirada que cruzó conmigo cuando se iba, me hizo encogerme en la silla como un gusano, me hizo sentir como un insecto.

Al día siguiente, dejamos a su madre en el aeropuerto, nos despedimos con besos y abrazos, y volvimos en mi coche hacía casa, mi hija y yo solos, sin hablar, sin mirarnos, no encontraba las palabras, no sabía por donde empezar, que difícil era todo.

-¿Desde cuando papá? -rompió el silencio mi hija, sin mirarme.

- Hará un año, fue cuando empezasteis a tener relaciones sexuales, y quise tener con él una conversación de hombre a hombre.

-¿Y tú como sabes cuando empezamos? –no me digas que...

-Sí hija, el día que te desvirgó Javier, volví a casa a por la tarjeta crédito que se me había olvidado, tu madre siguió comprando en el centro comercial y no pude evitar verlo todo, no fue algo preparado, fue el destino.

-No estás arreglando mucho las cosas, ahora resulta que también eres un voyeur.

-Pero fue sin querer -dije quedamente.

-¿Y te gustó? ¿Disfrutaste viendo como desfloraban a tu hija? Eres un depravado papá.

-Soy como soy, la imagen del culo brillante de Javier mientras entraba y salía contigo debajo, se grabó a fuego en mi cerebro, me obsesionó de tal manera, que no podía pensar en ninguna otra cosa. Sólo veía ese cuerpo atlético y sudoroso, estaba como hechizado.

-Ves como se follan a tu hija por primera vez, ¿y sólo te preocupaba el culo de su novio?

-No hija, me daba cuenta de que algo estaba mal, que debía de haberse puesto un preservativo, vi como se corría dentro de ti a pelo, y eso es muy peligroso, podía haberte dejado embarazada, por eso fui a buscarlo días más tarde para tener una conversación seria. No me atreví a contárselo a tu madre, para ella eres aún una niña, no lo hubiera entendido, y no quería enfrentarme contigo, en ese momento lo vi lo más natural del mundo.

-No si aún te tendré que estar agradecida y todo. –estás enfermo.

-No hija, lo hice con la mejor intención del mundo. Fui a recogerlo a la salida de la facultad, y fuimos a un bar musical de esos discretos, para hablar de la importancia del sexo, de la seguridad, de que eras muy importante para mí y no quería que te hicieran daño, cada vez que salía la palabra sexo se ruborizaba, y parpadeaba de una forma encantadora que hacía que perdiera el hilo de lo que estaba diciendo. Noté que tenía la polla a punto de reventar, y no se por qué, pero puse la mano sobre el paquete del pantalón, no dijo nada, le desabroché el pantalón y le bajé la cremallera, vi ese pene precioso, brillante, con sus venas marcándose, con esa curvatura, no pude evitar darle unos chupetones, sabía a gloria, lo recordaba follándote, y eso me excitaba aún más, el no se quejaba, solo jadeaba y me empujaba la cabeza, quería más, le gustaba, no podía parar, era la primera vez que chupaba una polla hija, y en ese momento supe que no iba a ser la última.

-¿Has probado su leche? –dije, evocando el recuerdo de mis papilas gustativas

-Si papá, y sabe muy bien pero...

-Pues yo la probé ahí por primera vez, tuvo una descarga enorme, saborear eso ha sido una de las cosas que más placer me ha producido en la vida, su tibieza, su textura, le apreté los huevos para que no quedara nada, lo dejé seco.

-Papá eres un degenerado y un enfermo, y yo debo de serlo también, porque estoy dejando el asiento del coche empapado sólo de escucharte, vaya mierda de genes me has transmitido. Pasa por casa de Javier, anda.

No daba crédito a lo que estaba escuchando, pero no dije ni pío, me dirigí a casa de Javier, mientras mi hija le mandaba un sms pidiéndole que bajara.

Cuando llegamos, estaba en la puerta esperándonos desconcertado.

-Sube cabrón –le soltó mi hija bruscamente.

El me miró, intentando averiguar que estaba pasando, yo simplemente asentí con la cabeza, pero no lo tranquilicé del todo, subió al coche con temor, como si temiera que hubiera una bomba, buscando alguna trampa mortal.

El trayecto hasta mi casa lo hicimos en silencio, Javier estaba angustiado, debía pensar que lo íbamos a descuartizar o algo parecido.

Cuando llegamos, mi hija nos dirigió sin palabras al dormitorio principal, el que comparto con su madre,

-Quiero ver como te lo follas papá.

-Tanto Javier como yo nos mirábamos sin saber que hacer, era una situación absurda e irreal.

-O te lo follas ahora mismo, o le cuento a mamá el marido que tiene. –dijo mi hija mientras se quitaba los pantalones y las braguitas y se sentaba en una butaca.

-Hija, es que…

-Hazlo papá, necesito verlo, y tu Javier más vale que no protestes. Haced como si yo no estuviera, follad como los degenerados que sois. –nos dijo con voz autoritaria.

Nos desnudamos sin poder dejar de mirar a mi hija que estaba con las piernas abiertas y se masturbaba lenta y descaradamente, dejando su precioso coño con una franja estrecha de vello a nuestra vista, mientras se pellizcaba los pezones.

Javier y yo nos desnudamos, no podía dejar de admirar su cuerpo, trabajado y cuidado, con cada músculo perfectamente definido, nuestros penes estaban morcillones, la visión de mi hija masturbándose no era suficiente para superar el cacao mental por el que estábamos pasando. Javier tomó la iniciativa por primera vez, y poniéndose de rodillas, me soltó dos lametones en mi glande, luego fueron unos besitos, introdujo lentamente mi polla en su boca succionando y mordisqueando, mientras con la mano me acariciaba los testículos. Mi pene respondía y ya estaba en su plenitud. Le abracé del cuello, y disfruté de esa sensación única, estaba a punto de estallar, la boca de Javier era el paraíso. Lo retiré de mí para no acabar, no quería que acabara tan pronto. Lo llevé hasta la cama y lo puse boca arriba, empezando a darle lametones en su pene, mientras con un dedo empezaba a estimular su ano, le di un beso negro profundo que lo dejó lleno de saliva, sus jadeos me decían que le gustaba, mi hija gemía también, pero yo estaba por la preciosa polla que tenía delante, la cual mimaba y besaba, mientras mis dedos jugaban con su agujerito ya humedecido y preparado, volví a besar profundamente ese agujero de placer, esforzándome en que mi lengua llegara lo más adentro posible, Javier jadeaba disfrutando de mis atenciones, Pero empezó a tirar de mí, yo sabía lo que quería, necesitaba sentir mi gruesa polla en su culo, pero me hice de rogar, y seguí dándole besos y lametones, excitándolo, acariciando su abdomen, Javier ya no podía más, y tiro de mis manos bruscamente,

-Fóllame, fóllame –dijo entrecortadamente.

Yo sabía que era el momento, acerqué mi glande a la entrada y me entretuve recorriendo sus alrededores, con una mano jugaba con mi polla, y con la otra masturbaba lentamente la suya. Javier imploraba, suplicaba que la metiera de una vez, introduje la gruesa cabeza, y soltó un gemido de placer, su cuerpo se movía buscando que entrara más, pero yo no se lo permitía, era yo quien marcaba los tiempos, me entretuve ahí, volviéndolo loco, sabiendo que necesitaba más, cuando oí a mi hija correrse escandalosamente, Javier intentaba aferrarse a mis hombros para que lo penetrara completamente, pero lo esquivaba, me dieron un azote en el culo que no me esperaba, y mi polla entró hasta el fondo, la reacción de Javier no se hizo esperar.

-SIIIIIII SIIIIIII

-AHHHHHH

Empecé a follarlo lentamente, mi gruesa polla nervuda entraba y salía, arrancándole gritos de placer. Mi hija me azotaba en el culo, mientras me gritaba.

-Dale, Dale, hasta el fondo, rómpele el culo. Así, así.

Los azotes me estaban poniendo a mil, aumente mi ritmo, y lo perforé con todas mis fuerzas, con toda la velocidad que pude imprimir, sin dejar de masturbarle, un enorme alarido de placer acompañó la descarga de Javier, sentía en mi mano como fluía el esperma buscando salir atropelladamente. Fue una corrida espectacular, su esperma subió como si fuera un geiser, para caer sobre su vientre formando islas cremosas de placer, mientras con mi mano repartía sus fluidos sobre sus chocolatinas, disfrutando de esa sensación mágica, noté que yo también me corría, y lo hice dentro, como no podía ser de otra forma, inundando sus entrañas con mi leche caliente, fue uno de los orgasmos más intensos que he tenido nunca.

Mi hija nos miró, mientras nos derrumbábamos en la cama agotados.

-Sois unos degenerados, pero he disfrutado como nunca. –nos dijo mientras nos sonreía pícaramente.

Espero que hayais llegado hasta el "final" y os haya gustado. 


auaztado@gmail.com

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